EL PRIMER SEIS MIL DE LOS ANDES ES EL CERRO MARMOLEJO

Cerro marmolejo al atardecer cielo rojo

El seis mil metros más austral del mundo y de la Cordillera de los Andes. Así es conocido el Cerro Marmolejo, fronterizo con Argentina en el Cajón del Maipo.

EL PRIMER SEIS MIL DE LOS ANDES ES EL CERRO MARMOLEJO

El seis mil metros más austral del mundo y de la Cordillera de los Andes. Así es conocido el Cerro Marmolejo, fronterizo con Argentina en el Cajón del Maipo, región Metropolitana. Yo prefiero nombrarlo como el primer 6 mil de la Cordillera y aquí les cuento la historia de nuestro ascenso.

Por Ignacio Villagra Döll

Cerro Marmolejo y el cielo azul

Tuvimos que aclimatarnos previamente, reunirnos varias veces e incluso habíamos pasado el año nuevo porteando, admirando y reconociendo la ruta de esta magnífica montaña antes de atrevernos a escalar toda su magnitud escénica.

Finalmente, comenzamos nuestra ascensión una mañana temprano, con el fin de hacer más beneficiosa la jornada al día siguiente, donde la expedición comenzaba realmente. 

A las una y media ya estábamos armando carpas al costado del río Yeso, protegidos por los vehículos. Nos esperaba una extensa caminata, por lo que había que descansar. Al otro día, por la mañana, ordenamos nuestras cosas, revisamos el equipo y un poco de bloqueador por aquí y por allá. Ya estaba todo listo.

MOCHILA PARA CINCO DÍAS

A las 10 de la mañana, todos a pata pelá cruzando el estero del Plomo. El grupo completo estaba preparado mentalmente para una excursión de varias horas por el cajón del estero Salinillas. Lo que cuesta asimilar es el peso de las mochilas. 

Comida para cinco días y equipo técnico para enfrentar el día de cumbre hacían lenta pero segura nuestra marcha. Ya la conocíamos. Después de equivocarnos todo lo que quisimos para año nuevo, esta primera jornada fue más que todo física, ardua. 

El día fue transcurriendo entre bonitos paisajes y mucho calor, sobre todo. La abundante vegetación coloreaba nuestro paso mientras que, a ratos, una que otra vaca se cruzaba en nuestro camino. Cada uno asimilaba el peso como podía. Entre todos nos dábamos ánimos, ya que sabíamos que era una dura jornada. 

Después de unas cuantas horas caminando, nos detuvimos a almorzar un poco antes de nuestro ex campamento base, actualmente destruido por las aguas que corren cerro abajo. Habíamos pasado un excelente año nuevo en este lugar, cantando reggaetón y admirando la belleza del lugar. 

Andinistas en el Cerro Marmolejo

EL PASO DEL PULGAR

El respetado Paso del Pulgar se asomaba amenazante en el horizonte. Cada uno a su ritmo fuimos superando este duro acarreo. Sin dudas lo más complicado del día. Como recompensa, el Marmolejo se volvía a mostrar ante nuestros ojos, completamente majestuoso. 

Extenuados, seguimos nuestro camino por la ladera este del cordón recién escalado, sabiendo que quedaba poco para nuestro campamento base. Luego de una hora aproximadamente, finalmente llegamos. Explanada al centro del valle, perfecta para armar cinco carpas. 

El ánimo había aumentado. Sabíamos que estábamos más cerca de la cumbre y habíamos terminado exitosamente el primer día. Después de cenar, todos a dormir. El segundo día prometía tanto como el primero.

PORTEANDO EN AÑO NUEVO

Temprano por la mañana, ya estábamos todos en pie desayunando. Desarmamos las carpas e hicimos un pequeño depósito entre las rocas, dejando ropa y comida. Ya había conciencia grupal de que el excesivo peso en las mochilas podía ser un retraso a nuestra marcha.

Cerro Marmolejo y luna

Nuestro segundo día de caminata fue mucho menos arduo, pero un reto de todas formas. Luego de unas horas, llegamos al primer campamento, a 4300 metros sobre el nivel del mar. 

Solo fue una parada para comer algo e hidratarnos, ya que debíamos seguir caminando hasta el segundo campamento. Algunos sacaban provisiones escondidas entre las rocas que habían porteado, sabiamente, cuando fuimos en año nuevo a reconocer la ruta y elegir la mejor opción. 

Entre el peso y la altura, parecíamos astronautas en el espacio. “Lento, pero seguro” parecía ser nuestro lema. A paso constante entre penitentes y rocas transcurrió nuestro día. Mirábamos de reojo a la cumbre, como para cerciorarnos que aún seguía ahí. 

DURMIENDO EN LAS GRANDES ALTURAS

Casi sin darnos cuenta llegamos hasta el segundo campamento. Ya era un éxito acampar a los 4900 metros, si hasta yoga hicimos. 

Estábamos ansiosos. En la madrugada siguiente íbamos a intentar ascender a la cumbre. Unos comían, otros ordenaban sus mochilas. Algunos descansaban en sus carpas.

Grupo de andinistas de la Ramuch en la nieve

4 de la mañana. Hora de salir. Ajustar los crampones y ponerse el arnés es parte del ritual. A las 4:45 am ya estábamos a las orillas del imponente glaciar Marmolejo, listo para recibirnos. 

Enfrentamos el glaciar con buen ritmo. Con cuidado de no tropezar con los penitentes, seguimos constante nuestra marcha. Había buen ánimo general en el grupo. 

Fuimos llegando de a poco al segundo campamento alternativo. La primera parada. Dolor de cabeza y cansancio, síntomas característicos de la puna, le impidieron continuar a una compañera del grupo. Su cordada insistió en bajar con ella, y también el líder de expedición para no arriesgarse. ¡Tan necesario es el compañerismo en la montaña!

GLACIAR ARRIBA

Siete andinistas continuamos nuestro camino. Ya amaneciendo, nos enfilamos glaciar arriba. Nos esperaba un hielo eterno, por lo que no convenía mirar hacia arriba por bienestar mental. “Ya me he sentido así y prefiero bajar”, señaló otro compañero, y junto a mi cordada decidieron descender. Eran conscientes de que quedaba mucho y no querían retrasar a los que iban más adelante. 

Andinista caminando por las nieves en el Cerro marmolejo

“Espérame que voy solo”, le digo por radio a quién iba abriendo huella. Él ya había dejado atrás el glaciar del Marmolejo, a los 5500 metros de altura, junto con dos compañerxs. Nos juntamos los cuatro restantes para seguir avanzando por un largo acarreo de arena volcánica. 

Nos separamos en dupla, avanzando a pura garra y corazón. A veces la vida misma se trata de eso. Seguir a paso de caracol, pero seguros de estar cada vez más cerca de nuestro objetivo.

Zigzagueando por una pendiente, avanzamos con el Volcán San José a nuestras espaldas. Un poco de té y seguía la marcha. El grupo expectante en el campamento preguntaba cada cierto tiempo por la radio cómo íbamos. 

COMPAÑERISMO Y EL ÚLTIMO IMPULSO

“¡Dale Xime!”, grito hacia abajo en una última carga de energía. Quedaban pocos metros para la cumbre. Después de un tramo rocoso en el final, nos reunimos los cuatro. Juntxs, nos dirigimos hasta la cumbre a eso de las 12 del día. 

Orgullosos y orgullosa, nos sacamos la foto de rigor, inmortalizando el esfuerzo de todo el grupo. El viento congelado nos obligó a bajar casi de inmediato. La vista panorámica a los 6.108 metros era tremenda.

La bajada la hicimos rápido, admirando todo lo que habíamos recorrido. Al llegar al campamento, todes nos felicitaron. Exhaustos, solo tuvimos energías para quedarnos sentados fuera de nuestras carpas un buen rato. Comimos y relatamos nuestra experiencia ahí sentados, incapaces de movernos más.

Cumbre del Cerro Marmolejo a la luz del atardecer

CAMPAMENTO BASE Y UN BUEN MATE

Al día siguiente, optamos por dormir en el campamento base original, yo diría por nostalgia. Recogimos las cosas que habíamos dejado, escondidas entre las rocas. Momento perfecto para tomar un buen mate. 

Casi teníamos ganas de quedarnos ahí. Mientras unos se hacían masajes, otros armaban monolitos con las piedras. Cada quién se relaja como quiere. Hasta clases de geología hubo entre medio.

Esa noche cenamos todes juntes, ya mucho más relajades por lo que había sido la expedición. La comida comunitaria fue abundante ante la negativa rotunda de bajar provisiones a Santiago, debido al esfuerzo que había significado subirla a la montaña.

La noche, el clima y las estrellas invitaban a un buen vivac. El grupo estaba más relajado. En la mañana, su desayuno tranquilo, como quien no se quiere ir todavía. Comenzamos a bajar cerca de las 12, para llegar a los autos durante la tarde. La aventura había llegado a su fin. 

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